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Armenia: de la ciudad milagro a la ciudad del abandono

 




Armenia: de la ciudad milagro a la ciudad del abandono

Armenia, la llamada Ciudad Milagro, capital del Quindío, parece haber olvidado su propio renacimiento tras la tragedia del terremoto que la sacudió en 1999. Aquella ciudad resiliente y llena de esperanza hoy enfrenta una crisis profunda, no solo estructural, sino social y humana: la indigencia descontrolada. Un fenómeno que crece día tras día ante la indiferencia del alcalde James Padilla García y la completa omisión de las autoridades policiales.

Lo que en algún momento fue una urbe pujante, beneficiaria de la bonanza cafetera y estratégicamente ubicada cerca de importantes capitales del país como Bogotá, Medellín, Cali e Ibagué, hoy se encuentra sumida en un caos urbano y moral. Armenia se ha convertido en el hogar de cientos de personas en condición de calle, una población creciente que se ha apropiado de aceras, parques, esquinas y andenes, convirtiendo espacios públicos en focos de deterioro y miedo ciudadano.

Pero la problemática va mucho más allá de su mera presencia. Se trata de un fenómeno ligado al microtráfico, al consumo indiscriminado de estupefacientes y a una cadena de delitos menores —pero devastadores— que afectan a diario a los ciudadanos de bien: robo de tapas de alcantarilla, hurto de medidores de servicios, de cables de semáforos, atracos a mano armada, asaltos a vehículos y peatones. Armenia está siendo saqueada desde dentro, y sus responsables callan.

Es inaceptable que ni la administración municipal ni las fuerzas de seguridad hayan tomado medidas concretas para frenar este flagelo. El caso del periodista Adrián Trejos, abordado por delincuentes en pleno desplazamiento cotidiano, es apenas una muestra del nivel de desprotección en el que se encuentra la ciudadanía. Si esto ocurre a figuras públicas, ¿qué puede esperar el ciudadano común?

La compasión no puede ser sinónimo de permisividad. No se puede seguir alimentando una problemática con limosnas, comida y aguapanelas, mientras detrás de cada gesto solidario hay una adicción sin control y redes de microtráfico que manipulan esta población para beneficio propio. Armenia no necesita paliativos momentáneos, necesita políticas serias, campañas integrales de atención, tratamiento, reintegración social y, sobre todo, mano firme contra el delito.

Se requiere una estrategia articulada entre la Alcaldía, la Policía, instituciones de salud mental, organismos de control y la sociedad civil. Pero esa estrategia no existe. No hay campañas visibles, no hay decisiones valientes, no hay liderazgo. Armenia no puede seguir siendo rehén de la negligencia institucional.

Alcalde James Padilla: su silencio ya no es neutro, es cómplice. Y la historia lo juzgará por cada acción que no tomó mientras la ciudad se caía a pedazos.



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