Miguel Uribe Turbay: el asesinato de un líder y el golpe más duro a la democracia en 35 años
La muerte del senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, ocurrida este lunes 11 de agosto de 2025 tras más de dos meses de lucha por su vida en una unidad de cuidados intensivos, representa el mayor atentado contra las garantías democráticas en Colombia en las últimas tres décadas y media.
Uribe Turbay, de 39 años, fue víctima de un ataque terrorista el pasado 7 de junio en el barrio Modelia, en el occidente de Bogotá, mientras participaba en un acto proselitista como parte de su campaña presidencial para 2026. En plena actividad pública, un sicario de apenas 15 años le disparó a quemarropa: dos balas impactaron su cabeza y una más perforó su pierna. Desde ese momento, permaneció en estado crítico en la Unidad de Cuidados Intensivos de la Fundación Santa Fe, donde este lunes se confirmó su deceso.
El crimen de Miguel Uribe sacude al país no solo por la figura que representaba en el escenario político, sino también porque reactiva los fantasmas más oscuros de la violencia electoral que marcó al país en el siglo XX. Desde 1990 no se registraba en Colombia el asesinato de un aspirante a la Presidencia. Aquella década se inició con el exterminio sistemático de líderes: en marzo y abril de 1990 fueron asesinados Bernardo Jaramillo Ossa (Unión Patriótica) y Carlos Pizarro Leongómez (excomandante del M-19 y candidato presidencial). Solo meses antes, en agosto de 1989, el narcotráfico cegó la vida del liberal Luis Carlos Galán Sarmiento durante un mitin en Soacha, un hecho que cambió la historia del país.
Un crimen en plena capital y en el corazón de la democracia
El asesinato de Miguel Uribe Turbay ocurre en la capital del país, en medio de un creciente deterioro de la seguridad pública y de un ambiente de polarización política profunda. La facilidad con la que fue ejecutado este atentado —en una zona urbana, ante la vista de decenas de personas y sin que se hubiera previsto su alto nivel de riesgo— genera una fuerte alarma sobre el clima electoral en las regiones, donde los grupos armados ilegales, a pesar de la política de “paz total”, han ampliado su presencia y su capacidad de intimidación.
Como uno de los principales líderes de la oposición al gobierno del presidente Gustavo Petro, Miguel Uribe era una figura central del debate político contemporáneo. Su asesinato plantea interrogantes profundos sobre la protección del ejercicio democrático en Colombia y el rumbo que tomará la contienda electoral presidencial en 2026.
Una vida marcada por la tragedia y la resiliencia
Miguel Uribe Turbay nació en 1986 en Bogotá y desde muy temprana edad su vida estuvo atravesada por el dolor y la violencia. Tenía apenas cinco años cuando perdió a su madre, la periodista Diana Turbay Quintero, asesinada el 25 de enero de 1991 en una fallida operación de rescate mientras permanecía secuestrada por el Cartel de Medellín, bajo órdenes de Pablo Escobar.
Décadas más tarde, en una entrevista con la revista BOCAS, Miguel recordaría ese episodio con palabras que hoy resuenan aún más fuertes:
“Perdoné a todos los que estuvieron involucrados, incluyendo a Popeye y compañía. Entendí que ya había pasado, que nada que yo hiciera me devolvería a mi mamá, y que perdonar me permitía vivir sin carga. La reconciliación es lo único que le ayuda a uno a dar el paso”.
La tragedia familiar no terminó allí. En 1997, su tío, el excongresista Rodrigo Turbay Cote, murió durante su secuestro a manos de las Farc. Tres años después, en 2000, su primo Diego Turbay Cote fue asesinado junto con su madre en Caquetá, también por ese grupo armado. Otro familiar, Jorge Eduardo Géchem, pasó más de seis años secuestrado.
Y ahora, el mismo destino alcanzó a Miguel Uribe, quien deja a su hijo de cuatro años huérfano, como ocurrió con él décadas atrás.
Carrera política: del Concejo de Bogotá a la cima del Congreso
Abogado de formación, Miguel Uribe comenzó su carrera política en 2010. Fue el concejal más joven en ocupar una curul en el cabildo distrital de Bogotá. Luego se desempeñó como Secretario de Gobierno de Bogotá, y con el tiempo, se consolidó como una de las figuras más visibles del Centro Democrático, partido fundado por el expresidente Álvaro Uribe Vélez.
En las elecciones legislativas de 2022, Miguel obtuvo la mayor votación al Senado en todo el país, un logro que reflejaba su creciente liderazgo nacional.
Para la campaña presidencial de 2026, había estructurado una agenda basada en tres pilares fundamentales:
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Dinamizar la economía nacional,
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Garantizar el acceso a salud de calidad,
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Recuperar la seguridad en todos los rincones del país.
Su visión política combinaba firmeza ideológica con un discurso de reconciliación. Era, en palabras de muchos analistas, un puente generacional entre el uribismo tradicional y una nueva derecha más moderna, conectada con los jóvenes y las regiones.
Un legado interrumpido, una alerta para el país
Con su asesinato, Colombia pierde no solo a un líder político en ascenso, sino también a un símbolo de la posibilidad de superar la violencia desde la acción política y democrática. Su historia de vida —marcada por pérdidas personales devastadoras, pero también por una vocación profunda de servicio público— queda truncada por las mismas dinámicas de odio y crimen que él buscó combatir.
El país hoy llora la partida de Miguel Uribe Turbay, nieto del expresidente Julio César Turbay Ayala y de doña Nydia Quintero, fundadora de la Fundación Solidaridad por Colombia, quien según fuentes familiares presintió el atentado días antes.
La historia, lamentablemente, se repite. Y con ella, la urgencia de proteger la vida como el primer paso para proteger la democracia.
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