Deportes Quindío: Un reflejo de fracasos y desilusiones en el fútbol colombiano
Otro año pasa, y otra temporada que termina con un resultado que ya se ha vuelto una constante dolorosa para los hinchas del Deportes Quindío. Nuevamente, el equipo de Armenia, bajo la presidencia de Hernando Ángel Montaño, queda atrapado en la segunda división del fútbol colombiano, el Torneo BetPlay, un espacio que, más que un trampolín, ha sido una cárcel deportiva de la que el onceno no ha podido escapar. Esta última derrota frente a Real Cartagena por 3-0 confirma lo que ya es una trágica tradición: el equipo se queda en la B, y con él, la esperanza de sus seguidores se desvanece una vez más.
En 2024, la historia de fracasos se ha repetido y, lamentablemente, parece un ciclo sin fin. El problema, dicen muchos, no radica únicamente en los entrenadores que han pasado por el banquillo cuyabro, sino en la gestión misma de Hernando Ángel Montaño. Bajo su dirección, el club no ha mostrado ambición ni verdadera competencia, sino más bien una resignación que lo convierte en un equipo que “participa” en el torneo, sin aspiraciones reales de alcanzar la máxima categoría. Esta falta de visión se traduce en una plantilla modesta, con jugadores que, aunque talentosos, parecen estar en un escaparate para ser vendidos, sin objetivos reales de conseguir un campeonato.
Desde el famoso “ascenso fantasma” en 2001, cuando el equipo tuvo una fugaz vuelta a la primera división, el Deportes Quindío ha sido un equipo que decepciona constantemente. Ni técnicos experimentados como Miguel Augusto “Nano” Prince, Cheché Hernández, Alberto Suárez, ni entrenadores de renombre como Óscar Héctor Quintabani o Rubén Darío Hernández lograron el milagro. Ahora, con Carlos Ramírez, la historia ha sido la misma: resultados mediocres, falta de consistencia y, al final, la triste permanencia en el torneo de segunda.
La frustración entre los hinchas y la prensa local es palpable. Es doloroso ver cómo el estadio Centenario, “El Jardín de América”, con su esplendor y belleza, sigue siendo el hogar de un equipo limitado, sin ambición y sin orgullo deportivo. Los aficionados han dejado de ver en el Deportes Quindío un representante de su región, y en lugar de ello, se ha convertido en una sombra que apenas se sostiene en la liga, mostrando un nivel de juego que deja mucho que desear.
Lo más lamentable es que, mientras el Quindío crece en otros sectores —caficultura, turismo, y cultura—, en el deporte sigue atascado en una representación débil y poco competitiva. Es una herida abierta en el corazón de una región que merece un equipo digno de su gente, de su historia y de sus logros. ¿Hasta cuándo tendremos que soportar este remedo de equipo? ¿Hasta cuándo el nombre del Quindío seguirá siendo el hazmerreír de la segunda división del fútbol colombiano?
Urge un cambio profundo y sincero, una reestructuración que devuelva al Deportes Quindío su identidad y su honor deportivo. El departamento merece una representación digna, un equipo que no solo participe, sino que luche por el ascenso con verdadera convicción.
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