UN SALUDO A MI MADRE
Lic. James Marulanda Quintero
Quiero dedicar este capítulo a la persona que con amor me trajo a este mundo…a la vez rendirle tributo de admiración por su valentía al superar con firmeza muchos momentos fatídicos de la muerte. Dios nos dio la satisfacción sublime de conservarla por mucho tiempo más entre nosotros, hasta que decidió llevarla para siempre.
Mujer campesina, educada con los valores rígidos impuestos de la época de comienzos del siglo XX, apegada a principios y dogmas difíciles de cambiar. Su carácter vertical, heredado de su madre hizo de ella una persona obstinada, dueña de ideas tradicionales quese quedaron con ella para siempre. Mi madre era difícil de convencer y sólo cabían en ella principios y valores, nadie se atrevió a contradecirla. Era así mismo prudente, respetuoso, de modales nobles distinguidos; amaba el orden y las buenas maneras. Detestaba la vulgaridad y no permitía el desaseo. Guardaba con debido celo los secretos más recónditos que con devoción confesaban sus hijos y su esposo. La conmovía la desdicha ajena y era sensata, aunque quizás no lo demostraba abiertamente.
Abnegada esposa, sorteó dificultades, como la muerte de mi padre estando aún muy joven (tan solo 16 años), asesinada vilmente en lo que se llamó la “época de la violencia partidista”, por gente sin escrúpulos a quienes llamaban “bandoleros”
Mi padre, según comentarios de quienes lo conocieron, era un “jornalero” humilde y sencillo, que no tenía enemigos, y su único defecto era “chuparse unas polas” antes de regresar a la finca. Lo asesinaron un día de la “fiesta de la virgen del Carmen” cuando yo tenía sólo 20 meses y él contaba con 24 años; estaba en la flor de la juventud. No alcanzó a disfrutar los avances tecnológicos que hoy nos brinda el mundo moderno, ni pudo ver los logros de sus hijos hoy realizados. No puedo dar una visión cercana de mi padre, pues a decir verdad no recuerdo absolutamente nada.
Mi madre además, con gran dolor, no pudo sortear la falta que hace mi hermano José Gabriel, también ultimado con servicio por sicarios…
Abro otro paréntesis aquí, para referirme al “mono”, destacando sus hermosas virtudes fraternales. Qué noble era mi hermano.
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